
Amo tus huellas, lo que dejas de recuerdo cuando te vas; ese olor limpio en el aire y esa imagen nítida en la ciudad, como si nos devolvieras por un tiempo al Santiago antiguo, ese Santiago rural. Y como olvidar esa sensación de frío que traes que nos hace necesitar el tibio calor hogareño.
Amo también por las noches, tu melodía verosímil e inefable, que en mi sueño convierto en canto para mi dormir.
Cómo adoro caminar bajo tus frías y copiosas gotas, dejando que acaricien mi pelo como una necesidad divina, como una renovación indispensable.
En tus días de tormentas, en las que combates contra el viento mi mente se serena, mi cuerpo se relaja y es en ese instante cuando comienzo a amarte más.
Como no adorarte lluvia invernal, si cada rasgo que posees nos produce un sentimiento en particular....